¿Qué
tienen en común los pepinos, las manzanas, la cebolla, las almendras y
la alfalfa? En apariencia, muy poco. Pero hay algo que comparten: todos
ellos deben su existencia a la labor que realizan las abejas. El 75 % de
la flora silvestre se poliniza gracias a las abejas y casi el 40% de
las frutas y verduras que comemos procede de la polinización que
realizan estos insectos, en declive por un "cóctel" de amenazas como el
cambio climático, los plaguicidas, transgénicos, ácaros, e incluso la
mala acción de apicultores inexpertos.
Las abejas son mucho más importantes de lo que pensamos. La producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, un proceso natural que permite que se fecunden las flores y den así frutos y semillas. Las
abejas, y otros insectos como mariposas y abejorros, son los
responsables de este proceso y, sin embargo, sus poblaciones están
disminuyendo a pasos de gigante. Varios son los factores que amenazan a
los polinizadores: la pérdida de hábitats, las prácticas de la agricultura industrializada, como los monocultivos (menor disponibilidad y diversidad de alimento para estos insectos), el uso de plaguicidas; parásitos y enfermedades; especies vegetales y animales invasoras; y los impactos del cambio climático. Se ha calculado que el valor económico
de la labor de polinización de las abejas podría estar en torno a los
265.000 millones de euros anuales en todo el mundo, 22.000 millones para
Europa y más de 2.400 millones de euros para España, recientemente
calculado por Greenpeace en su informe "Alimentos bajo amenaza" Así pues, incluso desde un punto de vista puramente económico, merece la pena proteger a las abejas.
Durante
siglos, esta pequeña trabajadora a rayas ha operado en los campos de
todo el mundo sin apenas obtener reconocimiento por su valiosa
contribución a la producción de alimentos. Las abejas silvestres, en
particular, parecían condenadas a realizar el trabajo duro a la sombra
de su pariente más popular -la abeja melífera – cuya labor de producir
un néctar dorado –la miel- es mucho más visible y reconocida.
Pero las abejas de todo tipo están consiguiendo finalmente su momento de
gloria gracias a la publicación de un artículo que cuantifica, por vez
primera, lo mucho que los rendimientos de nuestros cultivos dependen de
la labor de estos polinizadores que -sin saberlo- fertilizan las plantas
a medida que avanzan de flor en flor. Más información en FAO.
Y al hacerlo, pueden tener un papel clave para mejorar la producción de
unos 2 000 millones de pequeños campesinos en todo el mundo y garantizar
la seguridad alimentaria y nutricional de la creciente población del
planeta.
El artículo, publicado en la revista Science,
defiende que la intensificación ecológica -impulsar la producción
agrícola aprovechando la energía de los procesos naturales- es una de
las vías sostenibles para aumentar el suministro de alimentos.
Las estrategias de seguridad alimentaria en todo el mundo, por tanto,
podrían beneficiarse si incluyesen la polinización como un componente
integral, según los expertos. Sería beneficioso preservar activamente y
crear hábitats dentro y alrededor de las granjas para que abejas, aves e
insectos puedan vivir durante todo el año.
Antes no se estudiaban
Los
polinizadores -como las abejas, aves y diversos tipos de insectos que
vuelan, saltan o se arrastran de una flor a otra- han sido durante
siglos los ayudantes invisibles de los agricultores en todo el mundo.
Los
diferentes tipos de abejas tienen preferencias y funciones distintas en
nuestro sistema alimentario. Los abejorros, por ejemplo, son uno de los
pocos tipos de abejas que pueden polinizar con éxito los tomates. Las
abejas melíferas, a su vez, son importantes porque son las menos
exigentes en la elección de flores y hay muchas en cada colmena, aunque
sus parientes -las abejas silvestres- son más eficaces para fertilizar
las plantas por las que están atraídos.
El
estudio muestra que en las pequeñas explotaciones, el rendimiento
agrícola aumentó linealmente con el incremento de las visitas a las
flores sometidas a seguimiento. La polinización fue el insumo que más
contribuyó a este rendimiento, más allá de otras prácticas agrícolas. Esto
resulta prometedor para uno de los principales retos para la
agricultura de nuestro tiempo: ¿Cómo ayudar a los pequeños campesinos a
producir más sin dañar al medio ambiente?.
Cómo atraer a las abejas
Atraer a los polinizadores a las granjas no es tan fácil como sembrar al inicio de la temporada y esperar a que lleguen.
Mantener
los recursos de hábitats y forraje durante todo el año es clave para
convencer a los polinizadores y que se queden en la zona por períodos
más largos de tiempo. Puede hacerse, por ejemplo, plantando diferentes
árboles y plantas que florecen en diversas épocas del año.
Otras tácticas recomendadas serían mantener setos con flores alrededor
de las granjas, y mantillo en el suelo para que las abejas pueden
esconderse debajo, junto a la reducción del uso de plaguicidas.
La clave para conseguir mejores rendimientos se encuentra probablemente
en una combinación de servicios de polinización manejados -es decir,
instalar colmenas de abejas en las parcelas en la época de floración- y
la polinización natural, según los expertos. Y esto último requerirá que
agricultores y responsables políticos presten mayor atención a los
ecosistemas que rodean las granjas.
La conclusión del estudio es que las abejas suministran un auténtico
servicio y deben tenerse en cuenta cuando planificamos intervenciones de
seguridad alimentaria, y lommejor es que sus servicios son gratuitos.
Autopistas para abejas
En
las ciudades en general hay pocas ocasiones para polinizar, por lo que
muchos insectos mueren literalmente de hambre, lo que viene acompañado
de graves pérdidas en los cultivos. Para paliar este problema en la
capital de Noruega, Oslo, está en funcionamiento desde 2015 una
autopista para abejas y abejorros.
Según un artículo publicado por La Razón,
la iniciativa la ha tomado la Sociedad de Jardinería de la capital cuya
idea era crear una ruta por las calles de la ciudad de manera que los
polinizadores tuvieran suficiente alimento durante sus viajes. Lo que
han hecho, básicamente es llenar de flores la ciudad, aprovechando
cualquier espacio libre en las terrazas de las casas o en los tejados
para plantar las especies preferidas de estos animales. Se han plantado
campanillas, azafrán, narcisos y otras especies bulbosas, mientras que
el recorrido va de este a oeste de la ciudad y ocupa un total de 15 km.
Cada 250 metros aproximadamente, estos insectos encuentran un punto de
restauración adaptado a sus exigencias.Se ha creado una página web para que los participantes puedan conectarse y proporcionar detalles sobre qué y dónde planean contribuir.
El
gobierno americano también ha decidido encarar el asunto de las abejas.
Sólo el año pasado y según datos de los apicultores, se perdieron hasta
un 40 por ciento de las colonias. La aportación de las abejas a la
economía del país alcanza los 15.000 millones de dólares. De hecho, la
iniciativa noruega guarda cierto parecido a una parte del plan americano
que pretende restaurar hasta siete millones de acres de hábitat de
abejas en el próximo lustro.
El plan americano no concluye con su «particular autopista verde», sino
que incluye miles de dólares en investigación para ver entre otras
cosas, la influencia real de los pesticidas en la disminución de las
colmenas.
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