Un tigre, dos tigres, tres tigres… El famoso trabalenguas podría empezar
a aumentar su extensión y dificultad, para contento de
conservacionistas y amantes de los animales en general. No hasta el
infinito, pero sí lo suficiente como para que el número de estos grandes
felinos alcance una cifra que les permita empezar a respirar
tranquilos.
La buena nueva ha venido en forma de un comunicado del Fondo Mundial
para la Naturaleza (WWF), en el que se afirma que la población de tigres
salvajes es cada vez mayor, especialmente en Rusia, Bután, Nepal y la
India, todos ellos países que participaron en el establecimiento de un
programa de protección.
Se trata de un programa de WWF adoptado en noviembre de 2010 por los
gobiernos de 13 países en los que se encuentra el hábitat natural del
tigre. Una iniciativa pionera en coordinar estrategias a nivel nacional y
regional para intentar evitar la extinción del tigre, en grave peligro
de extinción.
El programa se planteó detener la caída en picado que sufren estos
animales, pues en los últimos años su situación se había agravado de un
modo que parecía insalvable. Pero quizás no lo sea, si bien las amenazas
que hacen peligrar su supervivencia son huesos duros de roer.
La protección de su hábitat
Sobre todo, las grandes amenazas son la caza y la pérdida de hábitat.
Para ello, el programa se planteó el objetivo de proteger el hábitat
del tigre, mejorar la identificación de las personas para reducir la
incidencia de la caza y también crear áreas protegidas.
Tres grandes objetivos que suponen superar enormes desafíos, pero solo
uniendo fuerzas, mediante una movilización conjunta, es posible avanzar.
De lo contrario, su suerte estaría echada.
Aún así, su desaparición es ya un hecho en distintas regiones. Se le
considera extinguido en Asia Central y del Sur-Oeste, así como en Bali y
en la isla de Java, en Indonesia, lo que ha supuesto la desaparición de
distintas subespecies.
En concreto, el tigre de Java, el tigre del Caspio o el tigre de Bali
son subespecies extintas, y las 6 subespecies que quedan están en
peligro crítico, según la lista roja de la UICN.
Si a principios de siglo la población de tigres rondaba los 100.000
ejemplares, ahora hay alrededor de 3.890 tigres, de acuerdo con los
últimos datos de WWF y del Foro Mundial del Tigre (GTF).
Dentro del horror que supone la comparación de cifras en apenas un
siglo, hay que remarcar que en 2010 la población de tigres cayó a
solamente 3.200 en comparación con 100.000 en 1900. Su número, por lo
tanto, no solo se ha mantenido, sino que ha aumentado en casi 700
ejemplares.
Un éxito, pero nada ganado
Las cifras siguen siendo muy bajas. Aunque no puede negarse el gran
éxito que está siendo la aplicación del programa, la situación no deja
de ser de alta emergencia. Por un lado, haber detenido su descenso
poblacional es importante, y aún más haberle dado la vuelta a la
situación.
En particular, el aumento en el número se ha observado en las
poblaciones de tigres en la India, Rusia, Nepal y Bután, un éxito que se
debe a múltiples factores, como un refuerzo en la protección. Además,
se ha realizado desde un enfoque conjunto que está dando buenos
resultados, contando con la colaboración de gobiernos, comunidades y
conservacionsitas.
Todo un logro, sin duda, pero los tigres son sinónimo de riesgo de
extinción. Su número es exiguo, y los factores que amenazan con
borrarlos del planeta, terribles. Haciendo una comparación
cinematográfica, su situación no es mejor que la de la famosa gata sobre
el tejado de zinc caliente.
En palabras del vicepresidente de WWF, Ginette Hemley, las últimas
cifras son ” un hito en la preservación de una de las especies en
peligro de extinción más emblemáticas, pero todavía hay mucho que
hacer”. Si nos atenemos a los objetivos del plan, la meta es alcanzar
los 6 000 ejemplares en el año 2022, coincidiendo con el año del tigre
en el calendario chino.
Conjurar los peligros
En su incansable labor de defensa de las especies amenazadas, entre
ellas los elefantes, rinocerones o los tigres, la WWF se muestra
inasequible al desaliento. A la hora de concienciar en los medios y en
el universo digital sobre la gravedad del problema, la asociación ha
insistido una y mil veces en lo feo que pinta el panorama.
La asociación nos ha advertido de lo mucho que han empeorado las cosas en apenas unos años:
El último lustro ha marcado un antes y un después en el comercio ilegal de animales y plantas, haciendo de éste uno de los mayores negocios clandestinos, a la altura del tráfico de drogas o de armas.
La esperanza empieza a brillar. Es una débil llama, tenue y frágil, pero
ha conseguido encenderse. De lo que ocurra en los próximos 6 años
depende que este éxito incipiente acabe por consolidarse.
Una meta en cuya consecución está colaborando de forma importante
Leonardo Di Caprio. Sus donaciones millonarias y el impulso que da al
programa apoyándolo con su imagen, su tiempo y su Fundación ambiental
están siendo claves para avanzar.
De lograrse, quizá la chispa se convierta en una llama que realmente
prenda, y entonces haya más que celebrar. Por lo pronto, solo queda
seguir avanzando por el camino iniciado. “Un plan de acción fuerte para
los próximos seis años es vital”, apunta Michael Baltzer en un
comunicado de WWF. “La caída global se ha detenido, pero todavía no hay
lugar seguro para los tigres. En el sudeste de Asia, sobre todo, están
en riesgo inminente de perder sus tigres si estos gobiernos no toman
medidas de inmediato”, concluye.
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