Considerar la ecología como un valor en sí mismo, ser ecológico sin
dobleces, preservar especies y ecosistemas, aplicar medidas sostenibles,
aprobar normativas respetuosas con el medio ambiente o, por ejemplo,
llevar a cabo una política verde incluso en tiempos de crisis… Son
distintas maneras de demostrar que la ecología no es un lujo, sino una
necesidad. Sin embargo, esta postura es una excepción en el mundo
actual, pues existe un posicionamiento dominante que sostiene todo lo
contrario.
Está muy arraigado en política, a nivel empresarial y
entre una serie de líderes de opinión, cuya creencia o postura es que la
ecología es un lujo que no siempre tiene cabida en el presupuesto. A
ella se opone el activismo en sus más distintas formas, ya sean
personalidades, ciudadanos anónimos, políticos atípicos o, cómo no,
grandes y pequeñas organizaciones.
Estas ideas encierran un valor positivo hacia lo ecológico, constituyendo el mismo norte de una hipotética brújula que orienta acerca de cómo actuar. Son la razón de ser de los partidos verdes, así como de un sinfín de organizaciones conservacionistas, desde las más institucionales hasta las rabiosamente activistas. O, sin ir más lejos, la tesis que abanderan expertos en la materia, como Tony Juniper, asesor de sostenibilidad del príncipe Carlos y ex director ejecutivo de Amigos de la Tierra.
Estas ideas encierran un valor positivo hacia lo ecológico, constituyendo el mismo norte de una hipotética brújula que orienta acerca de cómo actuar. Son la razón de ser de los partidos verdes, así como de un sinfín de organizaciones conservacionistas, desde las más institucionales hasta las rabiosamente activistas. O, sin ir más lejos, la tesis que abanderan expertos en la materia, como Tony Juniper, asesor de sostenibilidad del príncipe Carlos y ex director ejecutivo de Amigos de la Tierra.
Lo que hace la naturaleza por nosotros
Precisamente,
tal es el caballo de batalla del último libro de Juniper, titulado What
has nature ever done for us? (¿Qué ha hecho la naturaleza por
nosotros?), un tocho de más de 300 páginas que escribió para rebatir
estas tesis que ven la ecología como prescindible.
En el libro demuestra su pragmatismo al afirma que, estimando a la
baja, el valor de los “servicios naturales” que nos brinda la naturaleza
ronda los 73 billones de euros al año, es decir, una cifra superior al
Producto Bruto Mundial. No considera que el argumento económico sea el
más importante, pero sí cree que es clave para ganar la partida a
quienes no quieren respetarla en tiempos de crisis.
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